abrió un ojo.
subió la escalera.
llegó a la terraza y se desplegó y se dispuso a contemplar el amanecer.
el amanecer puso cara de madre y le habló, pero de todas las palabras que el amanecer le dijo, él solo entendió "tiempo", entonces adentro suyo se abrió una puerta.
las otras palabras liberadas por el amanecer se perdieron entre las hojas de los árboles de una plaza que él había cenado la noche anterior.
puso cara de baldío.
cuando hubo terminado de deglutir la plaza, con faroles y todo, su mente eyaculó una playa violeta.
cerró un ojo.
Francisco Garrido (o uno de ellos).
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