abrazar a un caudal
y que mi espejo se neutralice y toda la columna que abrazo se vuelva tierra, y yo, tenue liquen en medio de una insurrección de perfume.
abrazar a un océano
y en mi mente, gestándose un paisaje tactil, de selvas, de sedas, y todo un dulce vergel que en su mismo interior danza, y los grillos, y la noche a mis espaldas.
los dos floreciéndonos hacia un mismo cielo que nos puebla.
Francisco Garrido, hoy.
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